Odio, violencia, guerra
civil, resentimientos, lucha
de clases, y por sobre todo
eso, el amor y el romance.
Son todos estos aspectos de
la vida y del ser, que
envueltos en una cruenta
revolución, se mezclan para
darnos una de las más
representativas operas del
período verista italiano:
Andrea Chenier, del
compositor Umberto Giordano
(1867-1948).
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Umberto
Giordano
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Como varios de los
compositores operísticos de
su época, hoy en día se le
recuerda básicamente por
este título más Fedora,
sufriendo en cierta forma el
haber sido un contemporáneo
del más destacado compositor
de su época, Giacomo
Puccini.
Con libreto del
extraordinario Luigi Illica,
Giordano nos presenta una
historia real, sobre un
personaje real, con algunas
dramatizaciones bastante
lógicas para la puesta en
escena musical de una
historia verídica.
El verdadero personaje
histórico en el cual se
basaron Giordano e Illica,
es el poeta francés Andrè
Marie de Chenier, nacido en
constantinopla (Turquía) en
1762, de un diplomático
francés y madre griega. De
temprana edad manifestó su
interés por las letras y la
cultura helénica, aspectos
que profundizó en sus años
de educación parisiense y en
su servicio militar en
Strassburgo.
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Andre Marie
de Chenier
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Durante su estadía como
secretario de la embajada
francesa en Londres, Chenier
pudo desarrollar toda su
vena literaria y conocer a
la clase nobiliaria inglesa,
la cual no le agradaba en
absoluto, empezando a
manifestar y a desarrollar
sus principios y
sentimientos revolucionarios.
Vuelve a París en 1790,
adhiriendo muy
entusiastamente a la
reciente revolución; no pasó
mucho tiempo para que sus
ideales
humanista-revolucionarios se
vieran absolutamente pasados
a llevar por la tristemente
celebre "Epoca del Terror"
incentivada por Jean-Paul
Marat y liderada por
Maximilien de Roberspierre,
lider del Partido de los
Jacobinos, a quienes Chenier
criticó duramente en sus
escritos y artículos para Le
Moniteur. Fueron estos
artículos los que motivaron
su encarcelamiento en la
prisión de San Lazaro en
marzo de 1794 junto con su
amigo y colega Roucher, bajo
los cargos de traición a la
Revolución. Es en este lugar
donde conoce a la joven
noble Anne Françoise-Aimée
de Franquetot de Coigny,
quien durante sus 141 días
de presidio se convertiría
en la musa inspiradora de
gran parte de la mucha
poesía que escribiera en
cautiverio, la que se
considera que es su mejor
obra. Ejemplo de esta es el
último poema de Chenier,
llamado La Jeune Captive (La
Joven Cautiva), donde
Chenier expresa toda su
desesperanza ante una
inminente condena a muerte.
Sin duda que Luigi Illica
tomó esta pieza como
inspiración para escribir
las letras de la famosa aria
final del poeta en la opera
(Come un bel dì di Maggio).
Chenier muere guillotinado
el 8 de julio de 1794, al
día siguiente de su condena
por un tribunal popular
revolucionario. Tres meses
después, Roberspierre
correrá la misma suerte,
terminando con la era del
terror. Su última musa, la
madame de Coigny logra
salvarse de la guillotina,
marchándose de Francia y
contrayendo matrimonio
tiempo después.
A pesar de lo notorios
sentimientos que el poeta
manifestó por ella, se
estima que nunca hubo un
real romance entre ellos, lo
cual es obviado por Giordano
e Illica en la opera.
La historia de
Illica y Giordano
Como se mencionó, el
argumento de la opera sólo
está basado en la vida de
Chenier. Este consta de tres
personajes centrales: Andrea
Chenier (tenor), Maddalena
de Coigny (soprano, hija de
la condesa de Coigny) y
Carlo Gerard (barítona,
mayordomo de la mansión de
Coigny).
Chenier
conoce a Maddalena en una
infortunada velada en la
casa de esta, donde es
invitado como joven promesa
de las letras y es
ridiculizado por su
temperamento introvertido.
Chenier encolerizado por la
afrenta a su sagrado oficio,
improvisa un poema lleno de
patriotismo revolucionario y
profunda critica social a la
clase alta (Un dì
all'azzurro spacio);
Gerard, secretamente
enamorado de Maddalena y de
un profundo resentimiento a
los nobles, aprovecha la
ocasión para agraviar a su
patrona y marcharse de esta,
en los albores de la toma de
La Bastilla.
Cinco años transcurren, y en
plena época del terror
Chenier se siente defraudado
y vigilado; sólo le queda la
esperanza de encontrar el
tan anhelado amor supremo,
para el cual se siente
predestinado (Credo a una
posanzza arcana), en la
desconocida mujer que le ha
escrito anónimos rogándole
su ayuda.
Esta
resulta ser Maddalena de
Coigny, quien perdió todo
producto de la persecución
de Roberspierre y es buscada
por su origen noble. Chenier
le confiesa el amor que
sintió por ella desde el
primer día, al igual que
ella, prometiéndose eterno
amor aun que la muerte los
amenase. Los amantes son
interrumpidos por Gerard
(convertido en un importante
lider del régimen), quien ha
buscado afanosamente a
Maddalena porque no puede
vivir sin ella. Sostiene en
penumbras un duelo con
Chenier y es gravemente
herido por este; al
reconocerlo, Gerard le pide
que huya y proteja a
Maddalena, ya que se
encuentran en la lista de
buscados del tristemente
célebre tribunal de
Fouquier-Tinville.
A pesar de esto, Chenier es
apresado al poco tiempo;
Gerard sufre una conmovedora
transformación de alma: el
amor sincero y sin barreras
de Maddalena y Chenier lo
conmueve al punto de
arrepentirse de todo el odio
y resentimiento que ha
albergado en su corazón.
Ante la súplica de
Maddalena, Gerard intercede
por Chenier en el tribunal,
apelando a los falsos cargos
con que acusara a Chenier.
Pero el tribunal es sordo y
parcial, sediento de sangre
y venganza, condenando a
muerte al poeta, quien apela
jamás haber sido un traidor
como falsamente lo acusan (Si,
fui soldato....).
Maddalena ante el inminente
final, pide a Gerard el
morir con su amado,
reemplazando a una joven
madre (Illya Legre,
personaje verídico). Ni el
tardío indulto conseguido
por Gerard ante Roberspierre
consigue librar del macabro
fin a los jóvenes amantes,
quienes se unen en un
heroico final para enfrentar
juntos la muerte terrenal de
su amor, pero no la
trascendental (La nostra
morte e il triunfo del
amore....).
Grandes interpretes
Andrea Chenier ha sido desde
un comienzo, uno de los
papeles más característicos
y apetecidos por los tenores
de registro spinto o
dramático. Es difícil
clasificar en términos
absolutos cual es el ideal
exacto de tenor para este
rol, pero a través de la
historia, se pueden
describir ciertas
características que deben
poseer los interpretes,
gracias a los registros que
se tienen de lo que se
consideran los más grandes
interpretes de este rol.
En general, se menciona a
Franco Corelli y
Mario Del Monaco como
los mejores Andrea Chenier
de los que se tengan
precedentes. Ambos dan un
fuerza interpretativa a este
personaje que es muy difícil
de encontrar. De
extraordinaria calidad es la
versión del director
Gabriele Santini y Franco
Corelli.
No obstante a estos dos
celebres interpretes, se
pueden nombrar a otros
grandes Andrea Chenier de
los últimos tiempos, tales
como Plácido Domingo,
José Carreras, Beniamino
Gigli, Richard Tucker,
Luciano Pavarotti, Jussi
Bjorling y Carlo Bergonzi.
En el papel de Maddalena de
Coigny destacan sopranos de
la categoría de Renata
Tebaldi, Antonieta Stella,
Renata Scotto, Monserrat
Cballé, Eva Marton, Ana
Tonowa-Sintow, María
Caniglia y María Callas.
Para el no menos grande rol
de Carlo Gerard, se puede
mencionar a grandes
barítonos como Piero
Capuccilli, Sherrill Milnes,
Leo Nucci, Mario Sereni y
Giorgio Zancanaro.
Vale la pena mencionar
que en Chile hemos tenido la
posibilidad de tener dos
grandes producciones de esta
opera en el Teatro Municipal
de Santiago.
Una de estas fue la que
protagonizara un muy joven
tenor madrileño que ya
estaba dando de que hablar,
en 1967; nos referimos al
gran Plácido Domingo,
quien ese año nos visitó dos
veces (Carmen y Andrea
Chenier), e interpretara el
rol principal de esta obra,
acompañado ni más ni menos
que de Sherrill Milnes
y la gran soprano
chileno-boliviana Claudia
Parada. La dirección
estuvo a cargo del no menos
famoso Anton Guadagno.
Se ha repetido a través de
los años una curiosa
historia sobre esta
producción: en la función
inaugural, Domingo habría
tenido un no muy buen primer
acto, lo que unido a su poca
experiencia (tenía sólo 26
años), habrían hecho que
entrara en un pánico
escénico durante el
intermedio, negándose a
salir para el segundo acto.
El gran tenor chileno
Ramón Vinay, que estaba
presente y a quien Domingo
admiraba mucho, habría
entrado al camerino del
tenor, haciéndolo entrar en
razón, previo a un par de
cachetadas de antología
(brutal, pero muy efectiva
forma de quitar el pánico
escénico).
La última versión en Chile,
fue hace 15 años atrás (mucho
tiempo de ausencia para una
obra como esta). En esa
ocasión se contó también con
un reparto estelar:
Niccola Martinucci, Aprile
Milo y el fallecido y
gran barítono, Matteo
Manuguerra, todos bajo
la batuta del recordado y
también fallecido ex
director artístico del
Municipal, el argentino
Miguel Angel Veltri.
También esta producción
tiene su historia; famoso
fue el "apasionado romance"
que la pareja principal de
esta producción, llevaran
del escenario a los
camarines y el hotel.
Realmente se tomaron "muy en
serio" los roles para los
cuales fueran concertados.
Como pueden ver, esta opera
da para mucho que
contar...........